Lupa en mano y cámara en ristre, paseando por lo mejor y lo peor de la ciudad
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lunes, 14 de enero de 2013

El balcón, elemento arquitectónico en desuso

Entre los elementos que conforman un edificio, quizá sea el balcón - si está entre ellos - el que más pueda llamar la atención e identificarlo. Pero antes sería conveniente saber, de modo preciso, lo que es un balcón. El diccionario de la RAE lo define como un hueco abierto al exterior, desde el suelo de la habitación, con barandilla por lo común saliente. 
A esta básica descripción responden todos los elegidos, aunque algunos se enriquecen con la inclusión de ventanales de cristal que protegen a la vivienda del viento, el polvo, el ruido y la polución de la calle. Los hay con barandilla de hierro forjado, que ofrecen laboriosos diseños. También de mampostería combinada con metal o con balaustres de piedra o de escayola, más o menos artísticos. Asimismo, se pueden ver unos cuantos realizados en buena madera y reproduciendo el modelo del balcón típico canario. Otros se inspiran en las elegantes líneas británicas de la época victoriana. Y algunos, los menos, muestran macetas con flores y plantas que aportan una nota de color al paisaje urbano y representan uno de los usos más frecuentes del balcón, en épocas pasadas. 
En esta entrada de hoy me gustaría destacar algunos de los numerosos balcones interesantes que hay en nuestra ciudad. Pero no a los oficiales, a los que disponen de pedigrí clasificado e historiografiado. A esos los conoce cualquier aficionado a la arquitectura urbana local. Mi deseo concreto es describir y mostrar, a través de las imágenes, algunos ejemplares que, siempre bajo mi personal punto de vista estético, pueden ser dignos de admirarse a poco que levantemos la vista y los descubramos. 
Desde hace ya bastante tiempo, las nuevas construcciones han ido eliminando la presencia de este elemento arquitectónico que, antiguamente, cubría un papel fundamentalmente social. Las ciudades eran más pequeñas y, por extensión, sus barrios también. Sus habitantes se conocían y se relacionaban mucho más de lo que se hace actualmente y el balcón servía, por ejemplo, de escaparate de las jóvenes casaderas, a las cuales saludaban o daban una serenata, desde la calle, sus coetáneos pretendientes. Un componente de las fachadas para ver y ser vistos. También, para sentarse, charlar con los vecinos más próximos y disfrutar del buen tiempo que suele hacer por estas tierras todo el año. Otra finalidad ha sido la de engalanarlos con flores y plantas de todo tipo y alegrar la vista de quienes los contemplaban. Igualmente, para disfrutar de las procesiones, cabalgatas y toda clase de desfiles que transcurrieran por las vías de los pueblos y ciudades. 
Desde ellos, tanto se cantaba una sentida saeta en Semana Santa como se proclamaba el pregón de cualquier festejo. Aún hoy, estas costumbres se mantienen en algunos lugares y a ellas se han añadido los homenajes a las glorias alcanzadas por nuestros deportistas más destacados, que se asoman a los balcones de los ayuntamientos para recibir el aplauso y la admiración de vecinos y seguidores enfervorecidos. Los líderes religiosos y los representantes de las realezas también usan el balcón como tribuna para comunicarse con sus fieles y simpatizantes. 

Desde que las ciudades aumentaron su superficie y el número de sus habitantes, la presencia de este aditamento constructivo ha ido desapareciendo paulatinamente. Los edificios también han crecido en altura y sólo ofrecen fachadas exentas de estos salientes tan útiles y tan celebrados en otros tiempos. Hoy la comunicación y las relaciones personales responden a otros criterios, a otros patrones y a otros instrumentos, por lo que la razón de ser del balcón ya no tiene mucho sentido. Ni siquiera como elemento simplemente decorativo.En Santa Cruz, aún existen muchísimos por cualquier rincón de la ciudad pero, como muestra representativa de todos ellos, vayan los escogidos por mí y, reitero, siempre bajo mi personal punto de vista. 
Me gustaría comenzar haciendo una especial mención a la calle Numancia, en el barrio de Los Hoteles, porque reúne tal variedad de balcones, que no se repite en ninguna otra y es digna de recorrerse desde la Rambla 25 de Julio hasta la plaza de Ireneo González, para disfrutar de todos ellos. 
También en la de Méndez Núñez se pueden observar verdaderas joyas en los números 9, 19, 38 y 46, todos acristalados y con artísticos remates geométricos. Lo mismo ocurre con las de El Castillo e Imeldo Serís, de las que destaco los de la Casa Elder, en la zona alta de la primera calle. Si ascendemos hasta Enrique Wolfson, encontraremos, en su recorrido final, una serie de viviendas de dos plantas con un tipo de balcón similar, pero que se diferencian en sus colores y balaustres. 
A mitad de la misma calle, en el nº 25 , nos encontramos con un especimen de traza racionalista, quizá de los últimos años 30 del s. XX. En el nº 14 de Veremundo Perera, en el barrio del Uruguay, aparece otro ejemplar de la misma factura y época. En ambos casos, responden a un esquema muy simple y modesto, con curva en uno de sus extremos y barandillas de tubos metálicos. De los que se ajustan al diseño canario hay varios salpicados por toda la ciudad, mencionando, por ejemplo, los dos de la calle Icod, del barrio de La Salud, y los de los números 44 y 46 de la Rambla de Benito Pérez Armas, que hacen esquina con Simón Bolívar. 
Junto a estos seleccionados anónimos quiero mencionar algunos ejemplares de los consagrados Entre ellos, el del antiguo palacio de Carta, en la Plaza de la Candelaria; los autóctonos de madera noble que forman parte de las lujosas casonas situadas en la gran esquina formada por la rambla de Benito Pérez Armas y Avenida Islas Canarias (antigua General Mola); algo más arriba, y en esta misma avenida, frente a la Compañía Cervecera, los de otra mansión conocida, popularmente, como "La linda tapada". 
Volviendo al centro de la ciudad, entre la calle Méndez Núñez y la rambla 25 de Julio, son muy hermosos los de otra señera edificación: la que es sede de la Jefatura de Asuntos Económicos militares. Como puede observarse, en los puntos más opuestos de la capital seguimos contando con magníficos supervivientes de este elemento arquitectónico. 
Pero no quiero cerrar esta entrada sin llamar la atención sobre el único modelo de balcón veneciano que, según decía el antiguo propietario de la casa en la que se encuentra, existe en esta ciudad. Está construido en madera pintada de blanco, cubierto por un curioso tejadillo de ángulo muy pronunciado y, como remate, una especie de pináculo meramente decorativo. La barandilla muestra finos balaustres que imitan columnas con arcos de ojiva entrelazados, muy propios del estilo gótico. Forma parte destacada de la vivienda de dos plantas, situada en el nº 9 de la Rambla de Santa Cruz y muy próxima a la confluencia de ésta con la Avenida Islas Canarias, aunque pasa algo desapercibido por la cercanía de las frondosas copas de los laureles de Indias que tiene enfrente. 
Este tema daría para un par de entradas más, pero creo suficiente representación de la calidad y variedad de balcones existentes en esta ciudad, la que hoy he querido compartir con quien pueda interesarse por estos elementos arquitectónicos que aún podemos disfrutar. Ojalá no desaparezcan y se les valore debidamente como un patrimonio urbano más. Que la especulación, la desidia y el desinterés no acaben con ellos.

2 comentarios:

  1. Un trabajo exhaustivo y superinteresante. Como siempre, fotos muy bonitas y estupendamente explicadas. ¡Y qué bonito es el balcón veneciano! Me fijaré cuando pase por allí. Y a seguir ejercitando la mirada.
    Un abrazo.

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  2. Gracias, mi querida amiga. En ello estamos, en seguir mirando con gusto y avidez todo lo que sale al paso, y en compartirlo con todos, para que lo disfrutéis tanto como yo lo hago cuando lo descubro. Beso grande, para ti.

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