Lupa en mano y cámara en ristre, paseando por lo mejor y lo peor de la ciudad
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viernes, 20 de julio de 2012

Edificios que no son adefesios

Desde siempre, toda ciudad que se precie tiene detractores y defensores. Santa Cruz de Tenerife, capital de la provincia canaria del mismo nombre, no se libra de esta realidad y no iba a ser menos. Sus calles, avenidas, ramblas, paseos, parques y edificios son, muchas veces, los motivos de esas diferencias tanto entre los que vivimos aquí como entre los que son ciudadanos de paso. Por eso, como habitante que soy, del lugar, me atreví, en su día, a publicar una selección absolutamente personal sobre los que considero, en el apartado de los inmuebles, más adefesios que edificios. Hoy, bajo el mismo punto de vista, - el más subjetivo, reitero -, voy a osar exponerles las que me parecen algunas muestras del buen construir. Del que se hace con armonía, originalidad y adaptado al enclave disponible. Por otra parte, tampoco quisiera caer en aquello de ser negativa, por norma. Hay que procurar ser positivo y, por ello, aquí está la visión que responde a esta segunda actitud. Así pues, insistiendo, de nuevo, en que las elijo bajo mi única y particular óptica, paso a ubicarlas y a describirlas, por si muevo el interés de algún amable lector a disfrutarlas de cerca. Para facilitarles el posible recorrido, les diré que el mío lo comencé en la zona media de la capital y lo finalicé muy cerca de un mar que, a lo largo del litoral capitalino, a duras penas podemos ver. Pero, ese, será tema para otra ocasión. De momento, sigamos con los edificios que, para mí, no son adefesios.


La primera incursión la hago en el antiguo reducto de Las Mimosas y según se accede a él, desde la calle Enrique Wolfson. A pocos metros, se encuentra Villa Olivia, una especie de palacete de evidente estilo ecléctico, pintada de blanco, con carpintería marrón y rejas negras. Su eclecticismo lo da la combinación de elementos clásicos, modernistas y neoclásicos. Podemos advertirlos en las ventanas rectangulares de un mismo piso, y con arco de medio punto, en otro diferente; en balcones con balaustrada, unos, y de rejería, otros; en la decoración de tipo vegetal que aparece sobre los ventanales, en el extremo de las columnas o en el remate de la fachada principal. Está muy bien conservado y el único inconveniente que le veo es el lugar en el que se encuentra construido: una calle muy estrecha, para una edificación tan grande y que impide contar con una perspectiva suficiente para admirarla en todo su esplendor.

Si descendemos hasta la Rambla de Santa Cruz, vamos a encontrarnos con varios ejemplares de gran interés que, por suerte para ellos y para los que los contemplamos, sí disponen de todo el espacio necesario para observarlos a placer. El primero está en la esquina que forma esta rambla con la calle General Ramos Serrano, siendo el nº 61 de la primera. Es un bellísimo palacete de traza modernista, rodeado de jardines y presidido por una cancela de hierro al más puro estilo del conjunto, que da paso a una escalinata de cómodos escalones redondeados y que llevan hasta el núcleo central de la edificación. Este cuerpo tiene la particularidad de ser cilíndrico y está rematado por una estrecha cúpula cónica recubierta de pequeños mosaicos brillantes y de colores, que recuerda al Gaudí de la Casa Batlló o del Parque Güell.

Si cruzamos la calle y continuamos por la misma acera, nos encontraremos con el nº 65, otro claro representante del eclecticismo presente en muchas edificaciones de este distrito de la capital. Gozó de gran esplendor durante los años 70 y 80, cuando fue residencia de la Casa de Venezuela de aquella época. Hoy, la poco cuidada vegetación de sus jardines, la oculta en exceso e impide apreciar toda su belleza. De él, destaco, en especial, la pequeña, pero coqueta escalinata, que parte del jardín y lleva a la entrada principal, así como la exuberante decoración de diminutos elementos vegetales que enmarca puertas, ventanas, balaustradas y remate de las fachadas, muy propios de la rica ornamentación modernista.

Si pasamos a la Rambla, la cruzamos y nos adentramos en la calle Jesús y María, disfrutaremos de más ejemplos llamativos. De los muchos que podría citar, distingo al nº 15 como uno de los más espectaculares del lugar. Ocupa la esquina formada por esta vía y la de Viera y Clavijo y, para mí, su singularidad está en ser la más original de todas las que he elegido en esa zona. Aunque en ella también podemos observar esa miscelánea de elementos presentes en las otras, aquí se interpretan con mayor libertad y descubrimos, además, arcos ojivales y rejería y decoración modernista más austera que la mostrada en otras construcciones. El volumen principal ocupa el vértice de su planta, que, a su vez, se acomoda al que forman las dos calles. Es una especie de torre rematada con una cúpula cóncava de cuatro aguas, cubiertas por menudas escamas azuladas y brillantes, elemento decorativo éste que formaba parte de las de algunas de las mejores catedrales románicas peninsulares, pero realizadas en piedra. La fotografía tomada desde la calle Viera y Clavijo, por Otto Auer, entre 1924 y 1927, y propiedad de la FEDAC (Fundación para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía Canaria), nos demuestra que esta curiosa construcción se mantiene prácticamente igual.

Si descendemos hasta la Plaza de los Patos, nos sorprenderá la imagen de un hermoso palacete situado en la curva que forma la Rambla 25 de Julio con el tramo de Viera y Clavijo que viene de la calle Méndez Núñez. En los años 80 y 90, fue sede de la Presidencia del gobierno autonómico canario y es un lujoso inmueble exento, rodeado de jardines con numerosas palmeras de diferentes alturas, que ofrece características, no muy definidas, de un modernismo, rico y urbano, que decía adiós y daba paso a un estilo francés, elegante y refinado. Según los expertos, es la mejor muestra de esta corriente arquitectónica, en Canarias. Actualmente, es una clínica privada especializada en belleza corporal.


Ya en la citada Méndez Núñez, en el tramo comprendido entre las calles de El Pilar y Santa Rosalía y frente al costado principal del Parque García Sanabria, nos encontramos con otra joya del eclecticismo imperante en aquellos años: las Casas Amarillas. Fueron construidas en la primera quincena del siglo XX y estuvieron a punto de desaparecer en los 90, por el afán especulador y desmedido de los de siempre. El primer proyecto de remodelación de todo lo que ocupa hoy el Parque Bulevar incluía borrar, literalmente, a este interesante grupo de viviendas, para disponer de más espacio sobre el que construir vaya usted a saber qué. Menos mal que hubo movimientos importantes en contra de aquella intención inicial y hoy podemos seguir disfrutando, al menos, de la fachada del que fue un magnífico conjunto de viviendas. Desde siempre, es referencia obligada para todos los que hagan alusión a la zona en la que se encuentra.

Para terminar, valgan dos ejemplos de arquitectura más moderna y diametralmente opuestos a los anteriores. Ambos juegan con la combinación de los materiales en los que están construidos: cristal, metal y hormigón.
El primero se encuentra en el Residencial Anaga, en la calle Fernando H. Guzmán y me parece un edificio sorprendente por las distintas respuestas visuales que se tienen de él, se observe desde dónde se observe. Es posible que su autor o autores hayan aprovechado la fuerte pendiente del terreno sobre el que se eleva y su forma aparentemente inspirada en el prehistórico talayot balear, para propiciar estos efectos.


El segundo es el edificio de Usos Múltiples II, situado en el nº 10 de la avenida José Manuel Guimerá, en el cruce de la Vía Marítima con la Avenida 3 de Mayo. Fue construido en 1993 y, quizá, representa el comienzo de edificaciones públicas más atrevidas y avanzadas, de las que hasta entonces se hacían. Una característica a destacar la constituye la especie de torreón cilíndrico que ocupa uno de los cuatro vértices de su planta y en el que confluyen una fachada recta, por la derecha, y una curva, por la izquierda. El paralelismo de los elementos que las configuran y los cristales tintados refuerzan su modernidad. Todo ello se aprecia desde cualquier punto alrededor de la rotonda que regula el tráfico de la zona. La llegada del tranvía metropolitano ha contribuido a mejorar el espacio urbano de aquella área y esto ha redundado en poder admirar, con la distancia necesaria, las cualidades de esta construcción.

Para finalizar, permítanme insistir en que es la estética de estas edificaciones la que me ha llevado a escogerlas y, siempre, desde una óptica absolutamente personal. Considero suficientemente representativa de mis gustos la selección descrita, aunque la muestra podría ampliarse con otros muchos edificios que, como los anteriores, nunca tildaría de adefesios.

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