El primero nos lo encontramos en la carretera general de Santa Cruz a La Laguna, por debajo de la curva del colegio de las Dominicas y frente a la gasolinera que se encuentra en esta vía. Es una edificación exenta y tiene la forma de un cilindro de base ovalada. Con tres plantas que muestran, en la del medio y la última, amplias balconadas que no sobresalen del volumen construido. Además de la propia estructura, otra particularidad de la obra es la cubierta de la gran terraza que la corona, que deja ver dos óvalos paralelos, dentro del mismo plano y unidos por una especie de pequeños radios, de tal manera que permite la entrada de la luz natural, no sólo por la zona central abierta, sino también entre esos radios. Creo recordar que se construyó en los años 70 y fue un boom arquitectónico en su día. Comenzó como vivienda familiar, después se convirtió en una residencia geriátrica y, actualmente, está en venta.
Más abajo, próximo al parque de La Granja, en la calle Zurbarán, está situado el nº 18, incrustado entre un edificio de viviendas más recientes y otro a medio construir. No hay otra casa, ni siquiera parecida, en todos los alrededores y llama la atención por un par de razones, entre otras. Una, que la primera impresión visual nos lleva a considerarla caótica. Otra, que da la sensación de continuos añadidos, lo que hace difícil ubicarla en el tiempo y en un estilo determinado, llamando la atención la presencia de numerosas ventanas, en la mayor parte de su fachada, y en una ancha balconada que se apoya sobre dos columnas. Ventanas con una distribución de cristales muy repetitiva, pero muy peculiar. En la azotea, se agregó un módulo con el mismo tipo de cristaleras que aparece rematado, a medio camino, con una cubierta de aparentes tejas negras sobre la que se yergue una veleta que señala los cuatro puntos cardinales, con una inspiración lejana en la obra de Gaudí.
Próximas a ésta, en la calle de El Greco, también en su número 18, se levantan dos edificaciones gemelas, de enorme volumen, que llaman la atención por su parecido con la estructura de muchas casas campesinas que muestran un tejado a dos aguas. Para los grandes paramentos que las conforman, ofrecen pocos huecos: algunas ventanas cuadradas y unos pocos semicirculares y en cuarto de círculo. Los dos volúmenes parecen compartir, por sus fachadas traseras, un espacio común, lo que hace que sus fachadas principales estén orientadas opuestamente.
Si seguimos descendiendo y nos adentramos en el barrio del Uruguay, en el nº 6 de la calle Veremundo Perera, daremos con una más reciente y vanguardista. Hace casi cinco años que terminó de levantarse y su particularidad está en parecer un moderno búnker en medio de casas terreras y de dos plantas que fueron construidas en los años 40, 50 y 60 del pasado siglo XX. Su fachada, que ocupa un único plano, muestra tres superficies horizontales de las cuales, en la primera se ubica la gran portada del garaje y la puerta de acceso a la vivienda, unidas por el material común de la buena madera. El segundo, de mayor superficie, es de hormigón vivo y sin aplanar, pintado de blanco y del que sobresale una especie de balcón de poco volado y herméticamente cerrado por una gran cristalera que tiene, en un lateral, un angosto prisma de base rectangular, también de madera, con ventana de una sola hoja. El plano más alto deja ver un conjunto de varillas, muy estrechas y muy juntas, del mismo origen natural que los anteriores complementos. Como detalle que humaniza a esta vivienda unifamiliar, un jardín diminuto, entre la puerta del garaje y la entrada a la casa, protegido por una verja de hierro rectilínea y en el que sólo se yergue una palmera de la especie coco plumoso. Aunque pueda resultar fuera de lugar, no deja de ser una construcción interesante.
A estos especímenes exclusivos habría que añadirles el Auditorio de Tenerife y el Recinto Ferial. Son sobradamente conocidos y no cabe aquí describirlos, aunque sí incluirlos en esta relación. También me gustaría mencionar la conocida Casa del Barco, de la Avenida de Bélgica, y el edificio de la calle Fernando H. Guzmán, en Residencial Anaga. Ambos ya fueron objeto de comentario en sendas crónicas publicadas en esta misma plataforma, además de descritas en sus pormenores, por lo que estaría de más insistir en ellos.
Es posible que, en la gran extensión que cubre esta ciudad, existan más ejemplares con esta condición de rareza y, ya porque algún amable lector me lo haga saber a través de esta misma publicación o ya porque la casualidad me lleve a descubrir otros más para añadir a la lista, está en mi intención dedicarles otro futuro capítulo. Son construcciones que forman parte de nuestra cultura arquitectónica y que, con mayor o menor fortuna, intentan conjugar la función con una forma que se salga de lo más común y frecuente.
(Esta entrada se publicó, el pasado 7 de Julio, en loquepasaentenerife.com)
(Esta entrada se publicó, el pasado 7 de Julio, en loquepasaentenerife.com)