Lupa en mano y cámara en ristre, paseando por lo mejor y lo peor de la ciudad
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viernes, 16 de noviembre de 2012

Edificios curiosos en Santa Cruz

Santa Cruz de Tenerife, como otras muchas ciudades del mundo, ofrece rincones más o menos conocidos, que pueden llamar la atención por su belleza, por su singularidad o por las dos razones al mismo tiempo. Lo mismo ocurre con los inmuebles, ya sea empezando por las humildes casas terreras, pasando por las plazas o jardines más llamativos y terminando con cualquier tipo de edificio. En este último apartado, la capital posee una serie de construcciones dignas de señalar por las especiales características que las hacen ser únicas. La lista no es muy larga y, unas veces por casualidad y otras por investigarlo, he ido ampliándola. El criterio de selección ha sido, exclusivamente, ese: el de ser distintas del resto, por su particular estética, lo cual lleva a encuadrarlas, desde mi personal punto de vista, en el capítulo de ejemplares curiosos o raros. Están dispersas por el mapa capitalino y, como en otras ocasiones, propongo iniciar el recorrido por la zona más alta de la ciudad y acabar en la más baja. 


El primero nos lo encontramos en la carretera general de Santa Cruz a La Laguna, por debajo de la curva del colegio de las Dominicas y frente a la gasolinera que se encuentra en esta vía. Es una edificación exenta y tiene la forma de un cilindro de base ovalada. Con tres plantas que muestran, en la del medio y la última, amplias balconadas que no sobresalen del volumen construido. Además de la propia estructura, otra particularidad de la obra es la cubierta de la gran terraza que la corona, que deja ver dos óvalos paralelos, dentro del mismo plano y unidos por una especie de pequeños radios, de tal manera que permite la entrada de la luz natural, no sólo por la zona central abierta, sino también entre esos radios. Creo recordar que se construyó en los años 70 y fue un boom arquitectónico en su día. Comenzó como vivienda familiar, después se convirtió en una residencia geriátrica y, actualmente, está en venta. 

Más abajo, próximo al parque de La Granja, en la calle Zurbarán, está situado el nº 18, incrustado entre un edificio de viviendas más recientes y otro a medio construir. No hay otra casa, ni siquiera parecida, en todos los alrededores y llama la atención por un par de razones, entre otras. Una, que la primera impresión visual nos lleva a considerarla caótica. Otra, que da la sensación de continuos añadidos, lo que hace difícil ubicarla en el tiempo y en un estilo determinado, llamando la atención la presencia de numerosas ventanas, en la mayor parte de su fachada, y en una ancha balconada que se apoya sobre dos columnas. Ventanas con una distribución de cristales muy repetitiva, pero muy peculiar. En la azotea, se agregó un módulo con el mismo tipo de cristaleras que aparece rematado, a medio camino, con una cubierta de aparentes tejas negras sobre la que se yergue una veleta que señala los cuatro puntos cardinales, con una inspiración lejana en la obra de Gaudí. 

Próximas a ésta, en la calle de El Greco, también en su número 18, se levantan dos edificaciones gemelas, de enorme volumen, que llaman la atención por su parecido con la estructura de muchas casas campesinas que muestran un tejado a dos aguas. Para los grandes paramentos que las conforman, ofrecen pocos huecos: algunas ventanas cuadradas y unos pocos semicirculares y en cuarto de círculo. Los dos volúmenes parecen compartir, por sus fachadas traseras, un espacio común, lo que hace que sus fachadas principales estén orientadas opuestamente. 

Si seguimos descendiendo y nos adentramos en el barrio del Uruguay, en el nº 6 de la calle Veremundo Perera, daremos con una más reciente y vanguardista. Hace casi cinco años que terminó de levantarse y su particularidad está en parecer un moderno búnker en medio de casas terreras y de dos plantas que fueron construidas en los años 40, 50 y 60 del pasado siglo XX. Su fachada, que ocupa un único plano, muestra tres superficies horizontales de las cuales, en la primera se ubica la gran portada del garaje y la puerta de acceso a la vivienda, unidas por el material común de la buena madera. El segundo, de mayor superficie, es de hormigón vivo y sin aplanar, pintado de blanco y del que sobresale una especie de balcón de poco volado y herméticamente cerrado por una gran cristalera que tiene, en un lateral, un angosto prisma de base rectangular, también de madera, con ventana de una sola hoja. El plano más alto deja ver un conjunto de varillas, muy estrechas y muy juntas, del mismo origen natural que los anteriores complementos. Como detalle que humaniza a esta vivienda unifamiliar, un jardín diminuto, entre la puerta del garaje y la entrada a la casa, protegido por una verja de hierro rectilínea y en el que sólo se yergue una palmera de la especie coco plumoso. Aunque pueda resultar fuera de lugar, no deja de ser una construcción interesante. 

Continuamos hacia abajo y la calle Enrique Wolfson, nos ofrece, en su nº 13, una edificación de cuatro plantas de la que sobresalen las tres superiores y de los laterales de éstas, dos volúmenes en los que aparecen seis ventanas por nivel, que, a su vez, se reparten en dos prismas de base hexagonal irregular, seccionados en su mitad por un plano vertical paralelo a sus caras mayores. Su finalidad será, muy probablemente, la de proporcionar mayor luminosidad al interior de esas habitaciones, a través de los ventanales practicados en ellos y al estilo de las edificaciones de la Europa Central. Ese elemento viene a ser el que le da singularidad a esta construcción de los años 40-50, que rompe, en cierta medida, con los últimos bandazos de lo racional y lo orgánico de la arquitectura de aquellos tiempos. 

Si nuestros pasos se dirigen hacia el Sur de la capital, será un edificio de acabado metálico en la fachada orientada hacia este punto cardinal, el que pueda sorprendernos. Es el de factura más reciente y está en el recodo que forman las avenidas de 3 de Mayo y de Manuel Hermoso, cuando ambas confluyen en la gran rotonda del final de la rambla de Pérez Armas. Se llama edificio Las Avenidas, por razones obvias, y ofrece distintas respuestas visuales según desde dónde se le observe. Lo más llamativo es la curvatura de su frente metalizado y la diversidad de volúmenes y alturas que posee, sobre todo en el frente que da hacia 3 de Mayo. 

Ya en la costa, como no podía ser menos por su función, nos encontramos con la Casa de los Prácticos, justo en el muelle de Ribera y frente a la antigua estación del Jet Foil. Es un inmueble construido en los primeros años 50, inspirado en el puente de los barcos mercantes y de líneas muy sencillas y austeras. Es una edificación prácticamente simétrica, si la observamos de frente, y cuya segunda planta se sustenta sobre seis finas columnas cilíndricas. Los ventanales son pequeños y estrechos, a modo de los que existen en los barcos, destacándose los seis que posee con forma circular y semejantes a los ojos de buey de estas embarcaciones. Sigue siendo sede del trabajo de quienes dirigen el rumbo de las naves que llegan a nuestros puertos, pero su aspecto deja mucho que desear por su evidente deterioro. Como joya arquitectónica de su tiempo sería lamentable no recuperarla debidamente. 

A estos especímenes exclusivos habría que añadirles el Auditorio de Tenerife y el Recinto Ferial. Son sobradamente conocidos y no cabe aquí describirlos, aunque sí incluirlos en esta relación. También me gustaría mencionar la conocida Casa del Barco, de la Avenida de Bélgica, y el edificio de la calle Fernando H. Guzmán, en Residencial Anaga. Ambos ya fueron objeto de comentario en sendas crónicas publicadas en esta misma plataforma, además de descritas en sus pormenores, por lo que estaría de más insistir en ellos. Es posible que, en la gran extensión que cubre esta ciudad, existan más ejemplares con esta condición de rareza y, ya porque algún amable lector me lo haga saber a través de esta misma publicación o ya porque la casualidad me lleve a descubrir otros más para añadir a la lista, está en mi intención dedicarles otro futuro capítulo. Son construcciones que forman parte de nuestra cultura arquitectónica y que, con mayor o menor fortuna, intentan conjugar la función con una forma que se salga de lo más común y frecuente.

(Esta entrada se publicó, el pasado 7 de Julio, en loquepasaentenerife.com)