Lupa en mano y cámara en ristre, paseando por lo mejor y lo peor de la ciudad
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domingo, 13 de octubre de 2013

Depósitos y torreones

Desde muy niña, he visto en Santa Cruz unas construcciones muy peculiares que, de siempre, han acaparado mi atención. En casa, oía que los llamaban torreones de la luz, a unos, y depósitos del agua, a los otros. Hoy, continúan ahí. Testigos mudos e inamovibles que han visto cómo han ido transformándose sus alrededores y, a ellos, se les ha ido perdonando la vida. Si esa vida fuera animada, seguro que estarían pensando que si siguen en el mismo sitio y sin grandes cambios, es porque aún son necesarios a la ciudad. Y no se equivocarían. Incluso, a los depósitos de agua en particular, se les adecenta y embellece cada cierto tiempo, con una campaña de mantenimiento encomiable, por parte de la empresa que gestiona los asuntos del líquido elemento. Seguramente, como parte de su compromiso legal con la institución pública que dirige esta ciudad. 
Menos cuidadas aparecen las tres antiguas estaciones transformadoras, que permitieron los inicios de la iluminación de la capital, y que aún se conservan. Según los anales, fueron construidas en la década de los años 20 del pasado siglo, y solían encargarse a prestigiosos arquitectos de la época, siendo el técnico municipal, D. Antonio Pintor y Ocete, el responsable de estos "torreones de la luz", que muestran características del estilo ecléctico imperante en aquellos años. Dos de ellos siguen teniendo vida activa gestionada por la compañía Unelco-Endesa, mientras que el otro sólo sobrevive al paso de los años. Están situados con bastante proximidad, unos de otros. En sentido descendente, la primera de estas viejas estaciones está en la calle Horacio Nelson, en el cruce de esta vía con la del Perdón (antigua General Goded) y el Camino Oliver. La siguiente tiene difícil localización, porque se encuentra en el interior de los jardines del Parque García Sanabria. Concretamente, en los aledaños a José Naveiras o de Los Campos, muy cerca del acceso a este recinto, desde esta calle y su confluencia con la de Méndez Núñez. El tercero y último está en la vía ascendente de la Rambla 25 de Julio, frente al antiguo edificio de la Escuela de Comercio, hoy, sede de la escuela de Empresa y Turismo. 

Además de estas estaciones en forma de torres, se conservan otras dos, en la Cruz del Señor y en Ofra, que no responden, en absoluto, a este diseño, aunque pertenecen a la misma época que las anteriores. La primera es de estilo puramente racionalista y fue diseñada y construida por el arquitecto José Blasco, de cuyo proyecto no se llevó a cabo el edificio anexo que él concibió. Se encuentra en la esquina formada por la Avenida de Ángel Romero, con la calle José Turina. Hoy aparece rodeada de un muro que impide apreciar, por completo, su calidad. Tanto ésta como la de Ofra, pasan desapercibidas, porque están integradas en el mosaico de edificaciones de esas amplias zonas de la ciudad y no están debidamente mantenidas, ofreciendo un aspecto poco deseable, para su indudable valor histórico-industrial. 

Los depósitos de agua potable, más fáciles de localizar en nuestra ciudad, son el de la Plaza de Toros y el de Salamanca. Ambos fueron construidos por la empresa privada EMMASA, entre los años 50 y 60 del siglo XX y son de factura arquitectónica similar, aunque de dimensiones y ubicación muy diferentes. El primero ocupa una buena superficie rectangular limitada por la calle Comandante Sánchez Pinto y la zona de aparcamientos de la calle Horacio Nelson. Tiene una magnífica visibilidad, dado que es una construcción exenta, sin ninguna otra edificación adosada a ella. Hubo un tiempo en el que su aspecto fue bastante lamentable y se temió por su paralización e, incluso, desaparición, pero el crecimiento demográfico imparable y el sentido común de alguna autoridad, han hecho que se la regenerara y recuperara con todo su esplendor. 

El otro depósito emblemático, por su antigüedad, es el de Salamanca, llamado así porque su solar se ubica en el límite del barrio del mismo nombre y el del Uruguay, estando su entrada en la calle de Febles Campos. Al contrario que el de la Plaza de Toros, colinda con el Colegio público Salamanca (antiguo José Antonio) y una antigua guardería infantil, gestionada con fondos públicos, y hoy cerrada. Hasta hace unos pocos meses, era imposible saber sus características desde fuera, porque una gran portada metálica y sin huecos, impedía ver su interior. Recientemente, esa portada fue sustituida por una cancela mucho más ligera y abierta y que deja ver un pequeño sector del interior de la instalación. Como la de Horacio Nelson, también dejaba ver un deterioro exterior deplorable, pero se ha subsanado al mismo tiempo que se sustituyó la portada de acceso. 

También en otros lugares de la ciudad, podemos apreciar, con relativa facilidad, depósitos de construcción posterior y de menor interés arquitectónico, como puede ser el de Tío Pino, entre la calle del mismo nombre y la de Pedro José de Mendizábal, en la urbanización Tristán, o también el de la zona de Ofra, en la esquina correspondiente a las calles Nicolás González Sopranis y José Víctor Domínguez, en la trasera de los jardines de la clínica San Juan de Dios. 

Sirvan las muestras de hoy como ejemplo de la arquitectura industrial que se hizo, en esta capital, en la primera parte del siglo XX y que, por fortuna, aún perviven y cohabitan con otras mucho más modernas, pero quizá también más anodinas y de menor interés, desde el punto de vista estrictamente estético, y que es el que siempre mueve a quien esto les cuenta.

domingo, 4 de agosto de 2013

Graffitis fuera del circuito oficial

Inicio esta crónica de hoy, reconociendo mi gran debilidad por una manifestación artística, controvertida, rechazada y perseguida. Estas muestras de "arte de la calle" las descubrí después de haber hecho la carrera de Bellas Artes y desde el primer momento captaron toda mi atención. Mi primer contacto con ellas fue a través de la preparación de los temas dedicados a la Historia del Arte contemporáneo, que formaban parte del cuestionario de oposiciones a las plazas de profesores de Dibujo. Fue todo un hallazgo y mi fascinación por ellas no tiene fin. Cuando visito cualquier ciudad, dentro y fuera de nuestro país, mi mirada busca graffitis dónde quiera que vaya. Por eso, en esta capital sigo buscando y descubriendo los de siempre y los recientes. 
El origen del graffiti lo sitúa la Historia en las antiquísimas incisiones, esgrafiados y pintadas que, con sus nombres, hacían los romanos en muros, columnas y paredes. Los investigadores han ido descubriendo inscripciones en latín vulgar, con consignas políticas, declaraciones de amor, insultos y hasta caricaturas y dibujos diversos, sobre todo, en lugares protegidos de la erosión, como cuevas santuarios o catacumbas. Los muros de cárceles y mazmorras también fueron objeto de estas manifestaciones gráficas. 
Y de la incisión y el esgrafiado romanos al aerosol o spray moderno. Es en los años 60 del pasado siglo XX, donde surge este artilugio, sustituto de los rudimentarios instrumentos del pasado. Nueva York es la capital del graffiti que, por medio de las firmas o tags de los artistas más representativos que, además, acompañaban su nombre con un número - generalmente, el de sus domicilios -, se va apoderando de las paredes y muros más escondidos. En los 70, surgen los artistas más agresivos y furibundos, que vuelcan su fuerza graffitera en los vagones del Metro de Nueva York. La proliferación de firmas que dañaban todo tipo de mobiliario urbano, llevó a la persecución de quienes lo practicaban y el graffiti neoyorquino se fue haciendo, cada vez, más subterráneo, para volver de nuevo a la superficie cuando esa feroz persecución se concentró en el ferrocarril suburbano. 
Es en los 80, cuando España surge con potencia y personalidad propia, dentro de Europa. La "movida" madrileña se deja sentir con firmas acompañadas de unas puntas de flecha, realizadas primero con rotuladores y después, con spray. Incluso, hay quien se atreve a decir que ese distintivo nació por estas tierras isleñas, aunque siempre estará la duda de si fueron "flecheros" madrileños los que las trajeron aquí o "flecheros" canarios los que las exportaron a la capital del reino. El hecho objetivo es que por esta ciudad abunda este grafismo genuinamente español. 
Hecha esta brevísima reseña sobre una manifestación gráfica tan cambiante, prolífica, vital y diversa, quiero centrar mi entrada de hoy en graffitis que van desde lo más básico de la expresión escrita - que son las firmas o tags -, hasta lo más elaborado. Éstos últimos son los que representan objetos figurativos y más reconocibles, y responden a composiciones de gran calidad artística y técnica, incluyendo a aquellos más eclécticos que combinan la firma y los objetos, en un mismo espacio. Pero no es mi intención llevarles por itinerarios graffiteros bendecidos por la oficialidad y que, según los puristas y entendidos del tema, atentan contra el origen mismo de esta "escritura" rebelde y transgresora. Mi deseo es invitarles a descubrir rincones y zonas que quedan fuera de lo que se ha dado en llamar "El Wall of Fame Tour, de Santa Cruz" o, lo que es lo mismo y en versión bastante libre, " El recorrido por las paredes de la fama". Comienza en el cuadrilátero de la Plaza de Europa, junto al edificio de Hacienda. Continúa por las canchas de la barriada de Tío Pino, Camino del Hierro y junto al túnel de Somosierra. Se prolonga por los muros del Parque Viera y Clavijo, que están en la calle San Sebastián, frente al estadio Heliodoro Rodríguez López y acaba en las canchas de la Casa Pisaca, en el corazón del barrio de El Toscal. 
Los que he localizado como ejemplos de lo que existe fuera de ese "protegido" circuito, podemos contemplarlos en los alrededores de la Cruz del Señor, en calles altas de Villa Ascensión, en las interiores de Vistabella, en el tramo alto de la Avenida Islas Canarias, en el barrio de Salud Bajo en la frontera de éste con Salud Alto o en las paredes más escondidas del Parque Bulevar. Detrás de todos ellos, hay auténticos creadores, llenos de imaginación, de dominio del dibujo, de las proporciones y del espacio. Con un control perfecto del uso del spray, y con mucho oficio. Además, contribuyen a dar vida e interés visual a muros anodinos, que si no fueran cubiertos por este "arte de la calle", pasarían a formar parte de una visión más pobre y descuidada de la ciudad. 
Otra consideración me merece lo que se ha dado en llamar "pintada" y que viene a ser aquel graffiti desconsiderado e incívico. Falto, en la inmensa mayoría de los casos, de una mínima calidad, y que lo único que consigue es afear y deteriorar nuestro mobiliario urbano, nuestras fachadas y monumentos y, en general, todo lo que forma parte de la respuesta visual, de cualquier ciudad, a la mirada cotidiana de los que viven en ella o la visitan temporalmente. 
Si tiene que haber un refuerzo fotográfico, para cada una de las entradas de un blog con pretensiones eminentemente visuales y estéticas, la de hoy lo exige con creces. La plantilla elegida para la estructura del blog sólo admite un determinado número de imágenes, pero éste podría doblarse o triplicarse con todas las que he ido almacenando a lo largo de un cierto tiempo, aunque creo que las seleccionadas manifiestan, con rotundidad, el porqué de mi debilidad y admiración por este despectivamente llamado "arte callejero" y que yo prefiero llamar "arte urbano" o "arte de la calle".

martes, 4 de junio de 2013

De puertas, ventanas y otros aditamentos

En líneas generales, mi trabajo de campo comienza sobre ruedas. Sobre las ruedas de mi coche. Las paradas en los semáforos y en los embotellamientos suelo entretenerlas observando todo lo que se encuentra a mi alrededor y, en especial, en las alturas. Y, claro, es inevitable que me fije en los edificios, los jardines y las plazas que, como regla general, rodean los lugares de esas detenciones. La mayoría de las veces me da tiempo a examinar detalles que, a pie, seguramente pasarían inadvertidos y, mientras otros aprovechan para enviar un mensaje, hablar por el móvil o buscar una emisora en la radio del coche, yo tomo nota mental de lo que me llama la atención y, en cuanto puedo, vuelvo al sitio para hacer las correspondientes fotografías y registrar otros datos que considere de valor para una próxima entrada. Ese regreso a los lugares lo llevo a cabo los sábados, domingos y festivos - si los hay -, al mediodía. Es el momento más idóneo, porque baja mucho la afluencia del tráfico, es más fácil aparcar en las proximidades y la ausencia de vehículos propicia mejores perspectivas de los motivos a fotografiar. También es mayor la tranquilidad del ambiente y resulta mucho más placentero adquirir todo lo que preciso para ese trabajo. Asimismo, me permite patear las calles aledañas y descubrir nuevos rincones, que pueden propiciar la ampliación del que tengo proyectado, o darme pie para otros temas. 
El de hoy ha seguido un proceso similar a los anteriores y sirve para dar por concluidos los posts dedicados a los elementos pormenorizados que forman parte de una fachada. En muchos de los paramentos frontales que elegí, lo más relevante eran sus puertas, sus ventanas o ambas a la vez, pero estos mismos componentes, por sí solos, son dignos de destacar en algunas edificaciones en las que el único interés está, precisamente, en ellos. También encontré, sin proponérmelo, una serie de curiosos detalles que sirven de señal de identidad o, sencillamente, de ingrediente ornamental de los edificios en los que aparecen. En unos, son esculturas de signo religioso o profano; en alguno, cenefas pintadas que destacan sobre el color general del inmueble; en otros muchos, relieves de tipo geométrico o vegetal, que sirven de adorno acompañante de puertas y ventanas y, en uno solo, artísticos azulejos esmaltados. 
En el apartado de las puertas o portadas, el número a destacar no es muy grande, dado que las más interesantes se encuentran en construcciones con cierta antigüedad y de ellas, cada vez quedan menos. Suelen ser de propiedad privada y el mantenimiento de esas viviendas resulta muy costoso, por lo que generalmente se las deja arruinar para convertirse en solares, muy codiciados, sobre los que se levantan edificios más modernos y en los que el criterio de belleza, en el cerramiento de sus huecos, no es el que prevalece. Es en las calles aledañas a la Rambla de Santa Cruz y en el primer tramo de ella misma, donde podemos admirar algunas. También en el barrio de Salamanca y en el de Los Hoteles. Calles como Serrano, Gómez Landero o Costa y Grijalba, por citar algunas, poseen ejemplares únicos, peculiares y en buen estado de conservación. Concretamente, la del nº 3 de esta última vía y la del nº 58 de Serrano, son dos magníficas muestras del Modernismo que anduvo por esta ciudad, allá por el primer tercio del siglo XX, y del que aún podemos disfrutar en unos cuantos edificios. También en Costa y Grijalba, en su nº 29, podemos admirar una interesante puerta con aires racionalistas, estilo arquitectónico que anduvo por estas tierras, mediado el mismo siglo. 
En el relativo a las ventanas, pocas he podido recopilar con alguna singularidad, aunque abunda un modelo de interés que se repite en las variantes de casas terreras bien cuidadas, en el ya mencionado barrio de Salamanca y en el de El Toscal. Como muestra más curiosa e interesante, además de una preciosa puerta de madera tallada, podemos contemplar la que está en una especie de palacete canario de lujo, situado en la carretera Santa Cruz-La Laguna, en el cruce con la calle Elías Serra Rafols, y, más o menos, frente al colegio de las Dominicas Vistabella. Asimismo, en el nº 58 de Serrano existe una de línea modernista y muy bien cuidada.No desmerecen, tampoco, las que podemos encontrar en las calles Zurbarán, María Cristina o Gaspar Fernández. 
En el apartado de los aditamentos, cuatro son esculturas de distinto estilo y significado. Dos, exentas y dos, en alto relieve. La primera que descubrí es una imagen femenina, que tanto puede ser una Virgen como una Santa, y se encuentra en las alturas de un edificio que hace esquina entre las calles Santiago Cuadrado y Marisol Marín. Otra, masculina y a tamaño real, con aires de querer representar a algún ancestro guanche, está encajada en el ángulo entrante de un moderno inmueble situado en la esquina de Miraflores con la calle Doctor Miguel López González. Las dos últimas aparecen en una misma edificación situada en la calle Méndez Núñez, a la altura de la iglesia de San José. Frente a la puerta de acceso a la casa, nos encontramos con una escena profana que, a modo de alegoría marina, nos ofrece una aparente mezcla de Tritón y Poseidón mitológicos y en versión infantil. Por contra, a nivel de la entrada principal a la vivienda, y en una pared lateral, podemos admirar una hornacina de buen tamaño, en cuyo interior está la imagen religiosa de, muy posiblemente, un joven santo que soy incapaz de identificar. Estas dos son las que se han modelado en alto relieve. 
En cuanto a lo que podemos considerar molduras interesantes en puertas y ventanas, quizá, el núcleo mayor y mejor, lo podemos admirar en las casas terreras existentes en el barrio de Salamanca y en el de Urugüay. También en este último está la única cenefa pintada que he encontrado y que remata la estructura de una casa de alto y bajo, situada en la calle Febles Campos, esquina a Sor María Iriarte. 
Para terminar, una mención especial a las baldosas esmaltadas que, con un calidad y profusión enormes, cubren la práctica totalidad de la fachada de un inmueble que se encuentra en la calle de San Pedro Alcántara y a las que hay que añadir los arcos concéntricos de medio punto que
rodean las ventanas y que, a su vez, son rematados por una preciosa cenefa vegetal en alto relieve. El trabajo de los azulejos, en esta zona de la vivienda, es espectacular por la variedad de temas tratados a través de dibujos magníficos. Dragones, aves y peces fantásticos, y angelitos, se distribuyen simétricamente, en torno a la cabeza de un personaje que luce un yelmo y aparece dentro de un círculo. El nexo entre todos estos elementos es una artística greca vegetal curvilínea y llena de dinamismo. La ancha columna que separa las dos grandes portadas con ventanas, de la planta superior, ofrece la representación de otro ser mitológico, lleno de fuerza y fantasía. 

Para finalizar esta entrada de hoy, hacer constar que, siempre, mi intención ha sido descubrir, fotografiar y comentar lugares, edificios, detalles y, en general, todo aquello que podemos encontrar a nuestro paso, que no responda a catalogación histórica, social o arquitectónica alguna y que tampoco esté bendecido por la oficialidad correspondiente. He procurado, en la mayoría de las ocasiones, traer a este modesto rincón todo lo que me gusta o me disgusta y, siempre también, desde mi particular punto de vista.

miércoles, 17 de abril de 2013

Cuando la reja es bella

Siempre, pero más aún en los tiempos que corren, el término reja se asocia a una serie de connotaciones que no están, precisamente, relacionadas con la Belleza. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en una de sus acepciones dice que es un conjunto de barrotes metálicos o de madera, de varias formas y figuras, y convenientemente enlazados, que se ponen en las ventanas y otras aberturas de los muros, para seguridad o adorno. Un sinónimo de la reja es la verja, aunque ésta, siendo precisos, se refiera a lo que se entiende por una cerca. 
Al arte de construir rejas se le llama rejería y es, sin duda, una de las actividades artísticas más importantes del trabajo del hierro y en el que se incluyen desde las verjas que cierran capillas y coros en los edificios religiosos, hasta las que lo hacen en la arquitectura civil, además de las que aparecen en balcones y vanos de las fachadas. La rejería, al igual que las demás artes decorativas, participa de la evolución de los estilos artísticos de cada época y, según éstos, se han ido configurando los barrotes y, por extensión las rejas. 
Las más elementales y primarias se dieron en el Románico, allá por los siglos XI, XII y gran parte del XIII. Por contra, es en el XVII y muchos años del XVIII cuando el Barroco ofrece los diseños más recargados y ostentosos, con más peso ornamental. A finales del XIX y el primer tercio del XX, el predominio de la forja en hierro, para la rejería modernista, dejó magníficos ejemplos cuyas líneas ovaloides y blandas sustentan motivos vegetales y animales de gran fantasía. 

En nuestra ciudad abundan las rejas por donde quiera que nos movamos. Sobre todo, formando parte destacada de los balcones. Siendo, incluso, su principal protagonista. La inmensa mayoría no tiene pedigrí histórico alguno, por razones obvias, aunque en unas pocas existe la inspiración modernista que llegó hasta nuestra tierra y dejó excelentes ejemplares, como el de la cancela que preside el acceso al palacete que ocupa la esquina formada por la Rambla de Santa Cruz y la calle del General Ramos Serrano. Otras cancelas espectaculares y de diseño vanguardista, a todas luces, son las que dan paso a los centros educativos de El Chapatal, situados en la calle Unamuno, la cual desemboca en la misma Rambla. En su día, fueron muy controvertidas, sobre todo, porque no se está acostumbrado a ver y aceptar este tipo de manifestaciones tan extremas y sin aparente catalogación artístico-estética. 
En el apartado de los balcones - y permitiéndome la licencia de considerarlas balaustrada de los mismos -, es en el que podemos admirar una gran variedad de rejas, que van desde las más básicas y minimalistas hasta las más exuberantes y artísticas. Una minoría es de forja y la mayoría, de barras o tubos metálicos ensamblados. En cuanto a su estado de conservación se refiere, las hay de factura reciente y, por lo tanto, con un aspecto inmejorable, mientras que algunas más antiguas y ubicadas en inmuebles, incluso deshabitados, hablan del paso del tiempo a través de su evidente deterioro. Los principios geométricos del paralelismo y de la tangencia están presentes en casi todas. Dentro de la segunda, hay ejemplos muy bellos de tangencias de curvas con curvas y de curvas con rectas, adornados, con frecuencia, por pequeños elementos vegetales que contribuyen a un resultado más rico e interesante. También las hay con el trazado infinito de las espirales y, asimismo, con formas geométricas cerradas, que se inscriben o circunscriben, a su vez, en otras de distinta morfología. En general, ofrecen entrelazados muy armónicos y equilibrados, que contribuyen a enriquecer las fachadas de las edificaciones de las que forman parte. 
Las fotografías son, en esta entrada, lo más fundamental. Sin ellas, difícilmente podría hacerles comprender cuánta belleza puede llegar a mostrar este elemento que, además de significar seguridad, representa un añadido ornamental de mucho valor. Dispongo de más de una treintena, pero incorporarlas todas entraña una dificultad técnica para la estructura de la página y, también, una saturación, por lo que he elegido las que me parecen más valiosas, desde un punto de vista personal, como siempre, y especialmente estético, invitándoles a descubrir muchas más, en cuanto puedan hacerlo. Tampoco hago referencia a las direcciones en que pueden encontrarse, porque no resulta relevante en esta ocasión, dado que proliferan por cualquier rincón de la capital, aunque no me sustraigo a la idea de hacer una mención especial a las de las calles Numancia, Imeldo Serís y Castillo y sus pequeñas aledañas. 
Salir a pasear con la intención de observar y admirar todas las rejas que puedan ir surgiendo a nuestro paso, analizarlas en sus detalles, sus estilos y su euritmia, puede suponer un rato muy divertido, casi lúdico y, sobre todo, un placer para la vista. Cancelas, verjas, balcones o ventanas, llegan a ver realzadas sus líneas cuando les acompañan rejas tan interesantes y hermosas como las que podemos encontrar en muchas edificaciones santacruceras.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Fachadas con grado de excelencia

Con este post, deseo iniciar una pequeña serie dedicada a los elementos que conforman cualquier volumen construido para ser habitado. Pretendo pasar, del todo, a las partes. El primero, ya queda cubierto con las entregas destinadas a los que considero más edificios que adefesios o a las casas curiosas que existen en la ciudad y que han sido, en la mayoría de los casos, construcciones aisladas o exentas. Las segundas abren un abanico pormenorizado de todo lo que forma parte de ellas, aunque ya hubo algún adelanto con el de los balcones, a los cuales destaqué como el más interesante de los componentes de un edificio. Ahora le toca a las fachadas y, en particular, a las de casas que no son exentas, que forman parte de una hilera de edificaciones y que, a su vez, configuran las calles, avenidas o paseos. 

Cuando describimos a una persona con buen y cuidado aspecto, solemos decir de ella que tiene "buena fachada". Lo mismo puede ocurrir cuando descubrimos y contemplamos edificaciones que por lo mismo, por la fachada, nos resultan atractivos. Por definición, este término, en su acepción arquitectónica, se aplica al paramento externo de una casa o un edificio que, además, suele ser el más importante, el que reúne los elementos más interesantes y que más los definen e identifican. 

Santa Cruz, como muchas ciudades de este archipiélago o de cualquier otro rincón del mundo, posee construcciones cuyas fachadas llegan a ser distinguidas, curiosas, originales o llamativas y, como siempre, vuelvo a hacer uso de mi punto de vista personal, o gusto estético, (como ustedes deseen considerarlo) y traigo a esta entrada unos cuantos ejemplos, diseminados por el mapa capitalino, de lo que considero una fachada con calidad. También, como siempre, los únicos criterios de elección han sido el de la armonía en las líneas y el color, y el de su buen estado de conservación. Cuando proceda, haré algún comentario que justifique el porqué de su selección, además del lugar en que se encuentran para ayudar a ubicarlas. El refuerzo de las imágenes servirá para apreciarlas con detalle, aunque en algunas ha sido complicado obtener la fotografía correspondiente porque están cubiertas, en alguna medida, por la presencia de árboles, farolas, señales de circulación vial, rótulos, vallas publicitarias o cualquier otro impedimento que obstaculiza la consecución de la foto. 

Las más insólitas suelen estar en las vías más estrechas e insospechadas, mientras que las más eclécticas pertenecen a lo que puede considerarse el núcleo más céntrico de la capital, con calles más anchas e iluminadas. La zona más baja ofrece las más antiguas, pero no por ello, peor conservadas. Muchas pertenecen a edificaciones que ya no están habitadas y que se han puesto a la venta, aunque todavía el paso del tiempo no las ha perjudicado. En las de construcción más reciente, no abundan fachadas de interés, quizá porque lo que prima sea despersonalizar y economizar, al máximo, el exterior de los edificios. 

Las estructuras van desde las simétricas absolutas (Costa y Grijalba, 3; Castillo, 25 y 38;  Imeldo Serís, 57 y 73; Zurbarán, 21), pasando por las que lo son en cualquiera de sus plantas, salvo en la baja (Jesús y María, 7; Rbla.Pulido esq. Álvarez de Lugo), hasta las que responden a una asimetría total (Afilarmónica Nifú Nifá, 4). Algunas se presentan con abundancia de balcones, mientras que otras distribuyen sus huecos en torno a una sola balconada. Las más modernas incorporan nuevas texturas, gracias a la oferta de hormigones de grano y color muy diversos. Más de una, de las más antiguas, es sólo la carta de presentación que se apoya en un edificio moderno levantado detrás de ella, porque la ley así lo estipula al ser catalogada de bien cultural que no puede desaparecer (Imeldo Serís, 57). 

Antes de acabar, quiero hacer una mención especial a una fachada muy peculiar, que se encuentra en el número 64 de la calle Serrano, y que he elegido por las pinturas, a modo de grafittis, que la decoran. Está llena de símbolos alusivos a lo canario y con una expresión plástica influenciada por el surrealismo de Óscar Domínguez. Debe ser un lugar para actividades culturales alternativas de toda índole, por lo que se anuncia en una especie de programa de actuaciones colgado junto a la puerta de acceso: talleres artísticos, exposiciones, actuaciones musicales, deportivas, etc. 

Benavides, María Cristina, Serrano, Rambla de Pulido, Imeldo Serís, Manuel Verdugo, Pintor Ribera, Buenaventura Bonnet, Castillo y otras muchas vías santacruceras, nos ofrecen interesantes muestras de estos paramentos frontales que, quizá, nunca pasen a formar parte de un catálogo oficial y bendecido por la comisión de turno, pero que poseen el encanto de dar sentido a los paseos que emprendamos por esas y otras calles, admirando y disfrutando las cualidades que esas fachadas ofrecen a nuestros ojos y a nuestros espíritus. Son una buena razón para que salgamos y nos encontremos con ellas.

martes, 26 de febrero de 2013

Un mural cerca del mar

Existe en Santa Cruz un único lugar en el que los bárbaros "ensuciaparedes", (como llama un buen amigo a los graffiteros que afean y destruyen la belleza de objetos y rincones), no han dejado huella de su mal paso por aquel punto capitalino. Más curiosa resulta aún, esa consideración, cuando se accede fácilmente y no suele estar muy concurrido por personas y/o vehículos, en determinadas épocas del año. Y más sorprendente aún, cuando lo que allí hay son, precisamente, pequeñas pinturas realizadas por otros aficionados o profesionales del muralismo, muy diferentes de esos habituales desaprensivos tan dados a estropear lo que han hecho los que llegaron primero. Paso a ubicar ese insólito lugar que permanece milagrosamente limpio de la lamentable intervención de estos depredadores del buen gusto y del respeto por lo que es de todos. 
Se encuentra en la pequeña playa que está situada entre el Real Club Náutico y la antigua estación del Jet Foil, en el llamado Muelle de Ribera y es una larga pared en la que aparecen pintados una serie de retratos de los componentes más destacados de la Selección nacional de fútbol, que ganó el Campeonato del Mundo, en 2010. Intercalados y sin relación alguna con el tema deportivo, se reproducen algunos barcos históricos de estas latitudes, además de una Virgen del Carmen, en procesión, y el retrato del capitán del desaparecido Titanic, como detalle foráneo relacionado con lo marino. El tinerfeño Pedro Rodríguez, Casillas, Iniesta, el pulpo Paul, Vicente del Bosque o Pujol se ven acompañados del viejo correíllo La Palma, la Virgen del Carmen, patrona de los mares, el atunero Gofio o el capitán Edward John Smith. 
Son trabajos sin gran calidad artística, pero de factura digna, que pueden estar realizados por quien firma con una c y una r, similares a las de las piedras con retratos de músicos que podemos ver en Valleseco y en los alrededores del Auditorio y que, muy probablemente, sea el mismo autor. Ya hayan sido pintados por encargo, ya por iniciativa propia, vienen a representar una especie de homenaje a los protagonistas que allí se muestran, y reitero que llaman la atención, sobre todo, por esa ausencia de manos ajenas que degraden o destruyan la labor de quien quiso manifestar su admiración por un deporte determinado y por el mar. 
A esa feliz ausencia de maltrato gráfico, se contrapone el feo aspecto del terreno sobre el que se asienta esta pared. Es el cauce de la desembocadura al mar de un barranco por el que desaguan las lluvias que proceden de la parte alta de esa zona de la ciudad y, como consecuencia propia de estos accidentes geográficos, aparece lleno de arena oscura de grano grueso, ramas de árboles, pequeñas piedras, el armazón de algún artilugio mecánico, mucha bolsa plástica y matorrales de diversos tamaños. Pedir que se adecente el lugar con la limpieza adecuada, para mejorar la presencia de esta manifestación mural no parece procedente, dadas sus características naturales, pero no sería demasiado pretender que, por lo menos, se retiraran los objetos ajenos a esa naturaleza y que no son otros que los restos metálicos y plásticos. 
La ciudad ofrece muchísimas paredes, repartidas a lo largo y ancho de su mapa, con graffitis de mucha calidad en la mayoría de los casos, pero también es frecuente que se acompañen de entornos muy degradados por la falta de cuidado y mantenimiento de las condiciones idóneas para su disfrute. Los ciudadanos que viven cerca de ellos, los que están de paso o los que se sientan interesados por visitarlos y admirarlos merecen que las autoridades velen por su buen estado y que los "ensuciaparedes" vayan desapareciendo, a través del único medio posible: el de la educación desde las familias y desde las aulas. Una educación que, entre otros muchos aspectos, transmita respeto por las manifestaciones artísticas de todo tipo y en todo lugar, y, sobre todo, respeto por quienes son sus autores, que, con su arte, procuran crear espacios urbanos más agradables y más acogedores para los que aquí vivimos y para los que nos visitan.

lunes, 14 de enero de 2013

El balcón, elemento arquitectónico en desuso

Entre los elementos que conforman un edificio, quizá sea el balcón - si está entre ellos - el que más pueda llamar la atención e identificarlo. Pero antes sería conveniente saber, de modo preciso, lo que es un balcón. El diccionario de la RAE lo define como un hueco abierto al exterior, desde el suelo de la habitación, con barandilla por lo común saliente. 
A esta básica descripción responden todos los elegidos, aunque algunos se enriquecen con la inclusión de ventanales de cristal que protegen a la vivienda del viento, el polvo, el ruido y la polución de la calle. Los hay con barandilla de hierro forjado, que ofrecen laboriosos diseños. También de mampostería combinada con metal o con balaustres de piedra o de escayola, más o menos artísticos. Asimismo, se pueden ver unos cuantos realizados en buena madera y reproduciendo el modelo del balcón típico canario. Otros se inspiran en las elegantes líneas británicas de la época victoriana. Y algunos, los menos, muestran macetas con flores y plantas que aportan una nota de color al paisaje urbano y representan uno de los usos más frecuentes del balcón, en épocas pasadas. 
En esta entrada de hoy me gustaría destacar algunos de los numerosos balcones interesantes que hay en nuestra ciudad. Pero no a los oficiales, a los que disponen de pedigrí clasificado e historiografiado. A esos los conoce cualquier aficionado a la arquitectura urbana local. Mi deseo concreto es describir y mostrar, a través de las imágenes, algunos ejemplares que, siempre bajo mi personal punto de vista estético, pueden ser dignos de admirarse a poco que levantemos la vista y los descubramos. 
Desde hace ya bastante tiempo, las nuevas construcciones han ido eliminando la presencia de este elemento arquitectónico que, antiguamente, cubría un papel fundamentalmente social. Las ciudades eran más pequeñas y, por extensión, sus barrios también. Sus habitantes se conocían y se relacionaban mucho más de lo que se hace actualmente y el balcón servía, por ejemplo, de escaparate de las jóvenes casaderas, a las cuales saludaban o daban una serenata, desde la calle, sus coetáneos pretendientes. Un componente de las fachadas para ver y ser vistos. También, para sentarse, charlar con los vecinos más próximos y disfrutar del buen tiempo que suele hacer por estas tierras todo el año. Otra finalidad ha sido la de engalanarlos con flores y plantas de todo tipo y alegrar la vista de quienes los contemplaban. Igualmente, para disfrutar de las procesiones, cabalgatas y toda clase de desfiles que transcurrieran por las vías de los pueblos y ciudades. 
Desde ellos, tanto se cantaba una sentida saeta en Semana Santa como se proclamaba el pregón de cualquier festejo. Aún hoy, estas costumbres se mantienen en algunos lugares y a ellas se han añadido los homenajes a las glorias alcanzadas por nuestros deportistas más destacados, que se asoman a los balcones de los ayuntamientos para recibir el aplauso y la admiración de vecinos y seguidores enfervorecidos. Los líderes religiosos y los representantes de las realezas también usan el balcón como tribuna para comunicarse con sus fieles y simpatizantes. 

Desde que las ciudades aumentaron su superficie y el número de sus habitantes, la presencia de este aditamento constructivo ha ido desapareciendo paulatinamente. Los edificios también han crecido en altura y sólo ofrecen fachadas exentas de estos salientes tan útiles y tan celebrados en otros tiempos. Hoy la comunicación y las relaciones personales responden a otros criterios, a otros patrones y a otros instrumentos, por lo que la razón de ser del balcón ya no tiene mucho sentido. Ni siquiera como elemento simplemente decorativo.En Santa Cruz, aún existen muchísimos por cualquier rincón de la ciudad pero, como muestra representativa de todos ellos, vayan los escogidos por mí y, reitero, siempre bajo mi personal punto de vista. 
Me gustaría comenzar haciendo una especial mención a la calle Numancia, en el barrio de Los Hoteles, porque reúne tal variedad de balcones, que no se repite en ninguna otra y es digna de recorrerse desde la Rambla 25 de Julio hasta la plaza de Ireneo González, para disfrutar de todos ellos. 
También en la de Méndez Núñez se pueden observar verdaderas joyas en los números 9, 19, 38 y 46, todos acristalados y con artísticos remates geométricos. Lo mismo ocurre con las de El Castillo e Imeldo Serís, de las que destaco los de la Casa Elder, en la zona alta de la primera calle. Si ascendemos hasta Enrique Wolfson, encontraremos, en su recorrido final, una serie de viviendas de dos plantas con un tipo de balcón similar, pero que se diferencian en sus colores y balaustres. 
A mitad de la misma calle, en el nº 25 , nos encontramos con un especimen de traza racionalista, quizá de los últimos años 30 del s. XX. En el nº 14 de Veremundo Perera, en el barrio del Uruguay, aparece otro ejemplar de la misma factura y época. En ambos casos, responden a un esquema muy simple y modesto, con curva en uno de sus extremos y barandillas de tubos metálicos. De los que se ajustan al diseño canario hay varios salpicados por toda la ciudad, mencionando, por ejemplo, los dos de la calle Icod, del barrio de La Salud, y los de los números 44 y 46 de la Rambla de Benito Pérez Armas, que hacen esquina con Simón Bolívar. 
Junto a estos seleccionados anónimos quiero mencionar algunos ejemplares de los consagrados Entre ellos, el del antiguo palacio de Carta, en la Plaza de la Candelaria; los autóctonos de madera noble que forman parte de las lujosas casonas situadas en la gran esquina formada por la rambla de Benito Pérez Armas y Avenida Islas Canarias (antigua General Mola); algo más arriba, y en esta misma avenida, frente a la Compañía Cervecera, los de otra mansión conocida, popularmente, como "La linda tapada". 
Volviendo al centro de la ciudad, entre la calle Méndez Núñez y la rambla 25 de Julio, son muy hermosos los de otra señera edificación: la que es sede de la Jefatura de Asuntos Económicos militares. Como puede observarse, en los puntos más opuestos de la capital seguimos contando con magníficos supervivientes de este elemento arquitectónico. 
Pero no quiero cerrar esta entrada sin llamar la atención sobre el único modelo de balcón veneciano que, según decía el antiguo propietario de la casa en la que se encuentra, existe en esta ciudad. Está construido en madera pintada de blanco, cubierto por un curioso tejadillo de ángulo muy pronunciado y, como remate, una especie de pináculo meramente decorativo. La barandilla muestra finos balaustres que imitan columnas con arcos de ojiva entrelazados, muy propios del estilo gótico. Forma parte destacada de la vivienda de dos plantas, situada en el nº 9 de la Rambla de Santa Cruz y muy próxima a la confluencia de ésta con la Avenida Islas Canarias, aunque pasa algo desapercibido por la cercanía de las frondosas copas de los laureles de Indias que tiene enfrente. 
Este tema daría para un par de entradas más, pero creo suficiente representación de la calidad y variedad de balcones existentes en esta ciudad, la que hoy he querido compartir con quien pueda interesarse por estos elementos arquitectónicos que aún podemos disfrutar. Ojalá no desaparezcan y se les valore debidamente como un patrimonio urbano más. Que la especulación, la desidia y el desinterés no acaben con ellos.