Lupa en mano y cámara en ristre, paseando por lo mejor y lo peor de la ciudad
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miércoles, 17 de abril de 2013

Cuando la reja es bella

Siempre, pero más aún en los tiempos que corren, el término reja se asocia a una serie de connotaciones que no están, precisamente, relacionadas con la Belleza. Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en una de sus acepciones dice que es un conjunto de barrotes metálicos o de madera, de varias formas y figuras, y convenientemente enlazados, que se ponen en las ventanas y otras aberturas de los muros, para seguridad o adorno. Un sinónimo de la reja es la verja, aunque ésta, siendo precisos, se refiera a lo que se entiende por una cerca. 
Al arte de construir rejas se le llama rejería y es, sin duda, una de las actividades artísticas más importantes del trabajo del hierro y en el que se incluyen desde las verjas que cierran capillas y coros en los edificios religiosos, hasta las que lo hacen en la arquitectura civil, además de las que aparecen en balcones y vanos de las fachadas. La rejería, al igual que las demás artes decorativas, participa de la evolución de los estilos artísticos de cada época y, según éstos, se han ido configurando los barrotes y, por extensión las rejas. 
Las más elementales y primarias se dieron en el Románico, allá por los siglos XI, XII y gran parte del XIII. Por contra, es en el XVII y muchos años del XVIII cuando el Barroco ofrece los diseños más recargados y ostentosos, con más peso ornamental. A finales del XIX y el primer tercio del XX, el predominio de la forja en hierro, para la rejería modernista, dejó magníficos ejemplos cuyas líneas ovaloides y blandas sustentan motivos vegetales y animales de gran fantasía. 

En nuestra ciudad abundan las rejas por donde quiera que nos movamos. Sobre todo, formando parte destacada de los balcones. Siendo, incluso, su principal protagonista. La inmensa mayoría no tiene pedigrí histórico alguno, por razones obvias, aunque en unas pocas existe la inspiración modernista que llegó hasta nuestra tierra y dejó excelentes ejemplares, como el de la cancela que preside el acceso al palacete que ocupa la esquina formada por la Rambla de Santa Cruz y la calle del General Ramos Serrano. Otras cancelas espectaculares y de diseño vanguardista, a todas luces, son las que dan paso a los centros educativos de El Chapatal, situados en la calle Unamuno, la cual desemboca en la misma Rambla. En su día, fueron muy controvertidas, sobre todo, porque no se está acostumbrado a ver y aceptar este tipo de manifestaciones tan extremas y sin aparente catalogación artístico-estética. 
En el apartado de los balcones - y permitiéndome la licencia de considerarlas balaustrada de los mismos -, es en el que podemos admirar una gran variedad de rejas, que van desde las más básicas y minimalistas hasta las más exuberantes y artísticas. Una minoría es de forja y la mayoría, de barras o tubos metálicos ensamblados. En cuanto a su estado de conservación se refiere, las hay de factura reciente y, por lo tanto, con un aspecto inmejorable, mientras que algunas más antiguas y ubicadas en inmuebles, incluso deshabitados, hablan del paso del tiempo a través de su evidente deterioro. Los principios geométricos del paralelismo y de la tangencia están presentes en casi todas. Dentro de la segunda, hay ejemplos muy bellos de tangencias de curvas con curvas y de curvas con rectas, adornados, con frecuencia, por pequeños elementos vegetales que contribuyen a un resultado más rico e interesante. También las hay con el trazado infinito de las espirales y, asimismo, con formas geométricas cerradas, que se inscriben o circunscriben, a su vez, en otras de distinta morfología. En general, ofrecen entrelazados muy armónicos y equilibrados, que contribuyen a enriquecer las fachadas de las edificaciones de las que forman parte. 
Las fotografías son, en esta entrada, lo más fundamental. Sin ellas, difícilmente podría hacerles comprender cuánta belleza puede llegar a mostrar este elemento que, además de significar seguridad, representa un añadido ornamental de mucho valor. Dispongo de más de una treintena, pero incorporarlas todas entraña una dificultad técnica para la estructura de la página y, también, una saturación, por lo que he elegido las que me parecen más valiosas, desde un punto de vista personal, como siempre, y especialmente estético, invitándoles a descubrir muchas más, en cuanto puedan hacerlo. Tampoco hago referencia a las direcciones en que pueden encontrarse, porque no resulta relevante en esta ocasión, dado que proliferan por cualquier rincón de la capital, aunque no me sustraigo a la idea de hacer una mención especial a las de las calles Numancia, Imeldo Serís y Castillo y sus pequeñas aledañas. 
Salir a pasear con la intención de observar y admirar todas las rejas que puedan ir surgiendo a nuestro paso, analizarlas en sus detalles, sus estilos y su euritmia, puede suponer un rato muy divertido, casi lúdico y, sobre todo, un placer para la vista. Cancelas, verjas, balcones o ventanas, llegan a ver realzadas sus líneas cuando les acompañan rejas tan interesantes y hermosas como las que podemos encontrar en muchas edificaciones santacruceras.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Fachadas con grado de excelencia

Con este post, deseo iniciar una pequeña serie dedicada a los elementos que conforman cualquier volumen construido para ser habitado. Pretendo pasar, del todo, a las partes. El primero, ya queda cubierto con las entregas destinadas a los que considero más edificios que adefesios o a las casas curiosas que existen en la ciudad y que han sido, en la mayoría de los casos, construcciones aisladas o exentas. Las segundas abren un abanico pormenorizado de todo lo que forma parte de ellas, aunque ya hubo algún adelanto con el de los balcones, a los cuales destaqué como el más interesante de los componentes de un edificio. Ahora le toca a las fachadas y, en particular, a las de casas que no son exentas, que forman parte de una hilera de edificaciones y que, a su vez, configuran las calles, avenidas o paseos. 

Cuando describimos a una persona con buen y cuidado aspecto, solemos decir de ella que tiene "buena fachada". Lo mismo puede ocurrir cuando descubrimos y contemplamos edificaciones que por lo mismo, por la fachada, nos resultan atractivos. Por definición, este término, en su acepción arquitectónica, se aplica al paramento externo de una casa o un edificio que, además, suele ser el más importante, el que reúne los elementos más interesantes y que más los definen e identifican. 

Santa Cruz, como muchas ciudades de este archipiélago o de cualquier otro rincón del mundo, posee construcciones cuyas fachadas llegan a ser distinguidas, curiosas, originales o llamativas y, como siempre, vuelvo a hacer uso de mi punto de vista personal, o gusto estético, (como ustedes deseen considerarlo) y traigo a esta entrada unos cuantos ejemplos, diseminados por el mapa capitalino, de lo que considero una fachada con calidad. También, como siempre, los únicos criterios de elección han sido el de la armonía en las líneas y el color, y el de su buen estado de conservación. Cuando proceda, haré algún comentario que justifique el porqué de su selección, además del lugar en que se encuentran para ayudar a ubicarlas. El refuerzo de las imágenes servirá para apreciarlas con detalle, aunque en algunas ha sido complicado obtener la fotografía correspondiente porque están cubiertas, en alguna medida, por la presencia de árboles, farolas, señales de circulación vial, rótulos, vallas publicitarias o cualquier otro impedimento que obstaculiza la consecución de la foto. 

Las más insólitas suelen estar en las vías más estrechas e insospechadas, mientras que las más eclécticas pertenecen a lo que puede considerarse el núcleo más céntrico de la capital, con calles más anchas e iluminadas. La zona más baja ofrece las más antiguas, pero no por ello, peor conservadas. Muchas pertenecen a edificaciones que ya no están habitadas y que se han puesto a la venta, aunque todavía el paso del tiempo no las ha perjudicado. En las de construcción más reciente, no abundan fachadas de interés, quizá porque lo que prima sea despersonalizar y economizar, al máximo, el exterior de los edificios. 

Las estructuras van desde las simétricas absolutas (Costa y Grijalba, 3; Castillo, 25 y 38;  Imeldo Serís, 57 y 73; Zurbarán, 21), pasando por las que lo son en cualquiera de sus plantas, salvo en la baja (Jesús y María, 7; Rbla.Pulido esq. Álvarez de Lugo), hasta las que responden a una asimetría total (Afilarmónica Nifú Nifá, 4). Algunas se presentan con abundancia de balcones, mientras que otras distribuyen sus huecos en torno a una sola balconada. Las más modernas incorporan nuevas texturas, gracias a la oferta de hormigones de grano y color muy diversos. Más de una, de las más antiguas, es sólo la carta de presentación que se apoya en un edificio moderno levantado detrás de ella, porque la ley así lo estipula al ser catalogada de bien cultural que no puede desaparecer (Imeldo Serís, 57). 

Antes de acabar, quiero hacer una mención especial a una fachada muy peculiar, que se encuentra en el número 64 de la calle Serrano, y que he elegido por las pinturas, a modo de grafittis, que la decoran. Está llena de símbolos alusivos a lo canario y con una expresión plástica influenciada por el surrealismo de Óscar Domínguez. Debe ser un lugar para actividades culturales alternativas de toda índole, por lo que se anuncia en una especie de programa de actuaciones colgado junto a la puerta de acceso: talleres artísticos, exposiciones, actuaciones musicales, deportivas, etc. 

Benavides, María Cristina, Serrano, Rambla de Pulido, Imeldo Serís, Manuel Verdugo, Pintor Ribera, Buenaventura Bonnet, Castillo y otras muchas vías santacruceras, nos ofrecen interesantes muestras de estos paramentos frontales que, quizá, nunca pasen a formar parte de un catálogo oficial y bendecido por la comisión de turno, pero que poseen el encanto de dar sentido a los paseos que emprendamos por esas y otras calles, admirando y disfrutando las cualidades que esas fachadas ofrecen a nuestros ojos y a nuestros espíritus. Son una buena razón para que salgamos y nos encontremos con ellas.

lunes, 14 de enero de 2013

El balcón, elemento arquitectónico en desuso

Entre los elementos que conforman un edificio, quizá sea el balcón - si está entre ellos - el que más pueda llamar la atención e identificarlo. Pero antes sería conveniente saber, de modo preciso, lo que es un balcón. El diccionario de la RAE lo define como un hueco abierto al exterior, desde el suelo de la habitación, con barandilla por lo común saliente. 
A esta básica descripción responden todos los elegidos, aunque algunos se enriquecen con la inclusión de ventanales de cristal que protegen a la vivienda del viento, el polvo, el ruido y la polución de la calle. Los hay con barandilla de hierro forjado, que ofrecen laboriosos diseños. También de mampostería combinada con metal o con balaustres de piedra o de escayola, más o menos artísticos. Asimismo, se pueden ver unos cuantos realizados en buena madera y reproduciendo el modelo del balcón típico canario. Otros se inspiran en las elegantes líneas británicas de la época victoriana. Y algunos, los menos, muestran macetas con flores y plantas que aportan una nota de color al paisaje urbano y representan uno de los usos más frecuentes del balcón, en épocas pasadas. 
En esta entrada de hoy me gustaría destacar algunos de los numerosos balcones interesantes que hay en nuestra ciudad. Pero no a los oficiales, a los que disponen de pedigrí clasificado e historiografiado. A esos los conoce cualquier aficionado a la arquitectura urbana local. Mi deseo concreto es describir y mostrar, a través de las imágenes, algunos ejemplares que, siempre bajo mi personal punto de vista estético, pueden ser dignos de admirarse a poco que levantemos la vista y los descubramos. 
Desde hace ya bastante tiempo, las nuevas construcciones han ido eliminando la presencia de este elemento arquitectónico que, antiguamente, cubría un papel fundamentalmente social. Las ciudades eran más pequeñas y, por extensión, sus barrios también. Sus habitantes se conocían y se relacionaban mucho más de lo que se hace actualmente y el balcón servía, por ejemplo, de escaparate de las jóvenes casaderas, a las cuales saludaban o daban una serenata, desde la calle, sus coetáneos pretendientes. Un componente de las fachadas para ver y ser vistos. También, para sentarse, charlar con los vecinos más próximos y disfrutar del buen tiempo que suele hacer por estas tierras todo el año. Otra finalidad ha sido la de engalanarlos con flores y plantas de todo tipo y alegrar la vista de quienes los contemplaban. Igualmente, para disfrutar de las procesiones, cabalgatas y toda clase de desfiles que transcurrieran por las vías de los pueblos y ciudades. 
Desde ellos, tanto se cantaba una sentida saeta en Semana Santa como se proclamaba el pregón de cualquier festejo. Aún hoy, estas costumbres se mantienen en algunos lugares y a ellas se han añadido los homenajes a las glorias alcanzadas por nuestros deportistas más destacados, que se asoman a los balcones de los ayuntamientos para recibir el aplauso y la admiración de vecinos y seguidores enfervorecidos. Los líderes religiosos y los representantes de las realezas también usan el balcón como tribuna para comunicarse con sus fieles y simpatizantes. 

Desde que las ciudades aumentaron su superficie y el número de sus habitantes, la presencia de este aditamento constructivo ha ido desapareciendo paulatinamente. Los edificios también han crecido en altura y sólo ofrecen fachadas exentas de estos salientes tan útiles y tan celebrados en otros tiempos. Hoy la comunicación y las relaciones personales responden a otros criterios, a otros patrones y a otros instrumentos, por lo que la razón de ser del balcón ya no tiene mucho sentido. Ni siquiera como elemento simplemente decorativo.En Santa Cruz, aún existen muchísimos por cualquier rincón de la ciudad pero, como muestra representativa de todos ellos, vayan los escogidos por mí y, reitero, siempre bajo mi personal punto de vista. 
Me gustaría comenzar haciendo una especial mención a la calle Numancia, en el barrio de Los Hoteles, porque reúne tal variedad de balcones, que no se repite en ninguna otra y es digna de recorrerse desde la Rambla 25 de Julio hasta la plaza de Ireneo González, para disfrutar de todos ellos. 
También en la de Méndez Núñez se pueden observar verdaderas joyas en los números 9, 19, 38 y 46, todos acristalados y con artísticos remates geométricos. Lo mismo ocurre con las de El Castillo e Imeldo Serís, de las que destaco los de la Casa Elder, en la zona alta de la primera calle. Si ascendemos hasta Enrique Wolfson, encontraremos, en su recorrido final, una serie de viviendas de dos plantas con un tipo de balcón similar, pero que se diferencian en sus colores y balaustres. 
A mitad de la misma calle, en el nº 25 , nos encontramos con un especimen de traza racionalista, quizá de los últimos años 30 del s. XX. En el nº 14 de Veremundo Perera, en el barrio del Uruguay, aparece otro ejemplar de la misma factura y época. En ambos casos, responden a un esquema muy simple y modesto, con curva en uno de sus extremos y barandillas de tubos metálicos. De los que se ajustan al diseño canario hay varios salpicados por toda la ciudad, mencionando, por ejemplo, los dos de la calle Icod, del barrio de La Salud, y los de los números 44 y 46 de la Rambla de Benito Pérez Armas, que hacen esquina con Simón Bolívar. 
Junto a estos seleccionados anónimos quiero mencionar algunos ejemplares de los consagrados Entre ellos, el del antiguo palacio de Carta, en la Plaza de la Candelaria; los autóctonos de madera noble que forman parte de las lujosas casonas situadas en la gran esquina formada por la rambla de Benito Pérez Armas y Avenida Islas Canarias (antigua General Mola); algo más arriba, y en esta misma avenida, frente a la Compañía Cervecera, los de otra mansión conocida, popularmente, como "La linda tapada". 
Volviendo al centro de la ciudad, entre la calle Méndez Núñez y la rambla 25 de Julio, son muy hermosos los de otra señera edificación: la que es sede de la Jefatura de Asuntos Económicos militares. Como puede observarse, en los puntos más opuestos de la capital seguimos contando con magníficos supervivientes de este elemento arquitectónico. 
Pero no quiero cerrar esta entrada sin llamar la atención sobre el único modelo de balcón veneciano que, según decía el antiguo propietario de la casa en la que se encuentra, existe en esta ciudad. Está construido en madera pintada de blanco, cubierto por un curioso tejadillo de ángulo muy pronunciado y, como remate, una especie de pináculo meramente decorativo. La barandilla muestra finos balaustres que imitan columnas con arcos de ojiva entrelazados, muy propios del estilo gótico. Forma parte destacada de la vivienda de dos plantas, situada en el nº 9 de la Rambla de Santa Cruz y muy próxima a la confluencia de ésta con la Avenida Islas Canarias, aunque pasa algo desapercibido por la cercanía de las frondosas copas de los laureles de Indias que tiene enfrente. 
Este tema daría para un par de entradas más, pero creo suficiente representación de la calidad y variedad de balcones existentes en esta ciudad, la que hoy he querido compartir con quien pueda interesarse por estos elementos arquitectónicos que aún podemos disfrutar. Ojalá no desaparezcan y se les valore debidamente como un patrimonio urbano más. Que la especulación, la desidia y el desinterés no acaben con ellos.