
Un sector de ese Santa Cruz podemos verlo - que no admirarlo -, desde el puente del que fuera alcalde de la ciudad, allá por los primeros años 70, el médico y militar, D. Javier de Loño Pérez. Antes de ese puente que, por iniciativa del regidor municipal, se tendió para unir el núcleo urbano con el populoso barrio de La Salud, ya estaba ese poblado ribereño del barranco. Algo más tarde, se asfaltó el Camino a la Ermita, al que se accede por la parte alta del puente y que nos lleva, en descenso, hasta el lecho del barranco. Por un momento, una se siente transportada a un rincón más propio de un plácido bosque que de una ciudad ruidosa y plagada de edificios y vehículos. En aquella época, quedaba más oculto a la mirada de los más curiosos, pero desde la construcción del puente, su existencia quedó a la luz y a la vista de todo el que se asoma a sus barandas. Frente a este remanso de paz, al otro lado del cauce, se descuelgan del Barrio Nuevo chicharrero unas cuantas casas que, también, forman parte de este otro Santa Cruz. Asimismo, desde el nuevo Viario del barranco se cuenta con un punto de vista, más bajo, que permite observar parte de las viviendas que están en la base del puente y, además, llegar hasta ellas por uno de los paseos que parten de esta vía.
Si seguimos el cauce de este accidente geográfico, en dirección a La Laguna, se llega al nivel medio del mismo barrio y, a la altura de lo que se construyó para ser un mercado destinado a la alimentación y su zona de aparcamientos, rodeando su trasera, también hay una suerte de chabolas con signos inequívocos de estar habitadas. Signos en forma de antenas de televisión que "conviven" con vertederos de viejos electrodomésticos y restos de materiales de construcción. Su presencia resulta increíble a estas alturas del siglo y encoge el corazón de quien las descubre...
El otro Santa Cruz se completa con el que estuvo a punto de desaparecer totalmente y se encuentra en una de las zonas residenciales más selectas de la capital: el barrio de Los Hoteles. Discurre a lo largo de otra de las fisuras geográficas de la ciudad, la del barranco de Los Lavaderos, y va a desembocar - ironías de la vida - en la trasera del señorial y lujoso Hotel Mencey. Desde siempre, allí se asienta ese otro Santa Cruz que, con el nombre del barranco, constituye otro grupo de viviendas peligrosamente alzadas a lo largo de su cauce. Ese riesgo de desaparición casi absoluta se materializó , por desgracia, el 31 de Marzo de 2002 y lo que había antes de aquella terrible riada y lo que queda hoy de él, tienen poco que ver. Aquella avalancha de agua y lodo destruyó y sepultó gran parte de las humildes casas que allí se encaramaban y acabó con la vida de algunos de sus habitantes. Actualmente sólo quedan las del margen más próximo a las lujosas edificaciones del lugar.

Más que los muros y diques lo que nos tranquilizaría definitivamente es que desaparecieran esas zonas y la necesidad de construir en ellas una vivienda en deplorable estado. Que se hiciera realidad el mandato de que todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna.
ResponderEliminarPero siempre es bueno que por lo menos haya testigos, como tú, que lo denuncien.
Tienes toda la razón del mundo, Jane. Habría que exigir ese derecho de la vivienda digna, pero parece que nos cuesta ponernos en el lugar de los que no la tienen y movilizarnos , con la fuerza que da la unión, para erradicar estas zonas para siempre. Creo que éste sería un motivo lo suficientemente importante como para hacerlo y, sin embargo, no hay iniciativas en ese sentido.
ResponderEliminarAunque sean una especie de parche, por lo menos se han levantado esos muros a los que aludo. Mucho peor sería que todo siguiera igual que hasta no hace mucho, cuando, por no haberlos, desaparecieron vidas y "viviendas"...
No sabes cuánto me impresionó y me afectó descubrir las que no había visto nunca, y la sensación de impotencia que me invadió. Es lo que me llevó a publicar esta entrada que, por otra parte, no creo que sirva de mucho y que sólo pretende que los que la lean y desconozcan la situación, tomen conciencia de que, desgraciadamente, aún siguen existiendo.